Carlos Dugech - Analista internacional
El cardenal Jorge Mario Bergoglio llegó al Vaticano -desde su Buenos Aires natal- para unirse a los otros cardenales en condiciones de participar de ese cónclave de singulares características diseñado para nominar al sucesor de Pedro. Apenas se confirma la obtención de los votos necesarios para la consagración de papa elegido, se le formula la pregunta clave: "¿Quo nomine vis vocari?" ("Con qué nombre quieres ser llamado'"). Está previsto que la respuesta debe ser, también, en latín: "vocabor Franciscus" ("Me llamaré Francisco") inmediatamente respondió el cardenal Bergoglio.
Pudo haber elegido Pablo VII y era un homenaje a Pablo VI de reconocidos méritos que el propio Juan Pablo II procuró destacar al elegir "Juan" por Juan XXIII ("el papa bueno", el de las encíclicas trascendentales "Mater et Magistra" y "Pacem In terris" y el que actualizó la Iglesia al promover el Concilio Vaticano II) y "Pablo" tanto por Pablo VI como por el "papa de la sonrisa" Juan Pablo I (del cortísimo papado, de 33 días) que en su nombre compuesto (por primera vez en la historia de los papas) y tal como éste a su vez evidenciaría similar homenaje a sus antecesores. Pudo haber optado por llamarse Juan Pablo III y así consolidar un homenaje y reconocimiento a tan significativo ministerio papal del polaco Karol Wojtyla, que mucho tuvo que ver con el tratado de paz entre Argentina y Chile, por el Beagle. Pero, sin demora, al instante, como si in pectore ya hubiese estado desde antes, desde Buenos Aires, eligió cómo llamarse. Claro que aunque por su edad (77 años) no esperaba que fuese tan abrumadoramente apoyado en la última votación secreta del cónclave cardenalicio. Elegir tan instantáneamente "Francisco" como su nuevo nombre para la misión pontifical a encarar fue como si en ese momento consolidara su "plataforma electoral". Francisco de Asís es un referente inconfundible de humildad, de amante de la naturaleza y de todos los seres de la creación y por ello mismo, con natural autoridad, un hombre de paz, tan bien delineado en la famosa oración que se le atribuye: "Señor, haz de nosotros un instrumento de tu paz…". Francisco, el papa, es consciente de que en ese nombre de su nuevo bautismo, papal esta vez, se engarza un verdadero programa de acción, una irrenunciable misión de vida, un compromiso como pastor de los católicos del mundo y como referente moral para la sociedad humana.